AY, CARMELA es un canto a la supervivencia, a la dignidad del ser humano, un suspiro, un dolor encerrado en un “Ay”, es una historia contada desde los ojos de Paulino , un muerto en vida que necesita aferrarse a la idea de que la aparición de Carmela , una muerta que vuelve a la vida, es real y que el espectáculo debe continuar sea como sea. El deseo de esta propuesta es poder sumar algo nuevo a un texto que de por sí es de una belleza y una grandeza que lo han convertido en un clásico de nuestra dramaturgia contemporánea. …Escuchemos pues que tienen que decirnos Carmela y Paulino… Carmela vuelve una y otra vez. Vuelve su recuerdo contra el olvido. La evocamos para que su espíritu no se pierda en el cómodo mundo de la indiferencia. Vuelve a alertarnos, a gritarnos con su presencia que el huevo de la serpiente, que siempre ha estado ahí, se está rompiendo. Nuestro sueño de un mundo de tolerancia, de comprensión, de permisividad hacia lo diferente, de igualdad, de solidaridad, de justicia social se va resquebrajando y el mundo fascista de intransigencia, terquedad, obstinación, testarudez avanza tan incompresible como imparablemente. Carmela es nuestra memoria y nuestra culpa como lo es de “El Paulino”, el “cagón”. ¿A quién nos recordará? Pero ahí está Carmela con su verdad, su vitalismo, su pasión y su valentía. Carmela: ejemplo de amor hacía la vida y hacia los demás, valores que está dentro del alma de las buenas personas. Carmela: reivindicación de la bondad tan denostada en estos días. Carmela es divertida, brillante y descarada. Pura raíz, pura sangre. No piensa mucho, convive con los que la rodean, siente y padece. Un ser sin cultura, sin sofisticaciones, sin prejuicios que es carne viva, sensible al dolor de los demás. Y Carmela se sacrifica porque no puede vivir en un mundo podrido. “Pobre país que necesita héroes”. Y nosotros cogemos aire con la mayor alegría y profundidad posibles para volver a suspirar: ¡Ay, Carmela!