Existe un testimonio fotográfico –año de 1901- de la presencia de un incipiente museo en el primitivo emplazamiento que tuvieron los estudios universitarios de odontología, concretamente en la planta superior de la antigua Facultad de Medicina de la Universidad Central, al final de la madrileña calle da Atocha. Tras ausencia de nuevas noticias, hubo algún intento de reunir en forma de colección diversas piezas antiguas odontológicas, sin embargo no será hasta finales del siglo cuando el Dr. Luis de la Macorra emprenda un proyecto que actualmente se mantiene en idéntica ubicación, en el ala este de la planta baja de la Facultad de Odontología de la Universidad Complutense de Madrid y que lleva su nombre. Bajo la dirección del Prof. Javier Sanz, que cumple más de una década, el museo se ha consolidado como una referencia en los de su género a nivel europeo, habiendo sido presentado en oportunos foros internacionales. Clasificado de acuerdo a bloques temáticos, aloja más de mil piezas datándose las más antiguas en el siglo XVIII, si bien la mayoría pertenecen a finales del siglo XIX y todo el siglo XX. El museo incluye piezas de anatomía dental, material didáctico, útiles e instrumental para extracción dental –de notable antigüedad y valor- y aparatos y preparados anestésicos. En las paredes del museo cuelgan retratos de eminentes personajes de la odontología mundial –John Hunter y Horace Wells- y española –Cayetano Triviño e Isaac Sáenz de la Calzada- como también se puede admirar un busto en mármol de Florestán Aguilar, dentista que fuera de la Real familia española e impulsor definitivo de los estudios universitarios de su profesión, ejecutado por Mariano Benlliure. Anexa al museo se encuentra, perfectamente ambientada, la Biblioteca Florestán Aguilar, con sus anaqueles originales que albergan uno de los fondos bibliográficos odontológicos antiguos más importantes del mundo. Del conjunto de piezas conservadas destacan la serie de sillones de dentista que nos remontan a los tiempos del dentista ambulante mientras otros más modernos, de estructura más sólida, aumentan la confortabilidad del paciente y del dentista, y permiten a éste disponer en su entorno del conjunto de útiles necesarios para realizar su labor. Frente a esta serie de sillones se ha ambientado una clínica dental tal como debió ser en las décadas de 1930-40. Una serie de tornos dentales, desde los más antiguos de pedal a los que necesitaron alimentación eléctrica, se ordena cronológicamente junto a una amplia muestra de instrumental rotatorio complementario, con el fin de explicar la importancia que tuvo éste para realizar minuciosas intervenciones dentales. Asimismo puede visitarse una notable colección de aparatos de Rayos X. La introducción de las técnicas radiológicas a comienzos del siglo XX supuso un avance fundamental, de tal manera que los equipos de rayos X se generalizaron en las consultas odontológicas en las primeras décadas del siglo. Otras vitrinas recogen diferentes preparados farmacológicos de uso odontológico: enjuagatorios, denticinas, dentífricos, analgésicos o antisépticos, incluso vacunas dentales de más de un siglo de antigüedad. Alguna vitrina expone diversos prototipos para estudio de fracturas maxilares. Por fin, una vitrina a la salida del museo acoge una numerosa colección de figuras artísticas de muy diversos países que representan al dentista.