Los motores diésel aplicados a la tracción de ferrocarriles llegaron a España en la década de 1930, mediante la circulación de pequeñas locomotoras de maniobras o de automotores para viajeros en líneas de tráfico débil. Ya en la década de 1950 llegarán locomotoras diésel de línea mucho más potentes, de fabricación norteamericana, que supondrán una alternativa a la tracción vapor cuando no era posible la electrificación de líneas. En la vía III del Museo del Ferrocarril de Madrid se pueden visitar los principales referentes de la tracción diésel en España.