Desenvoltura, garbo, seguridad, actitud distante y orgullosa, podría ser una traducción plausible para «sprezzatura», término introducido por Baldassare Castiglione en su célebre manual de etiqueta y buenas maneras de 1528 como un rasgo irrenunciable de todo cortesano. Con este término titula también el valenciano Josep Planells este estreno absoluto, concebido inicialmente como parte de su obra orquestal Torna (2017/19), pero cuyo material acabó por emanciparse haciendo gala de idéntico orgullo. La quinta sinfonía de Chaikovski se resistió a su autor de un modo diferente. Al poco de comenzar su composición, el ruso expresó su frustración con una obra que no terminaba de arrancar: «estoy ansioso por demostrar no solo a los demás, sino también a mí mismo, que todavía no estoy acabado». Dispuesto a vencer este bache creativo, alternó la composición con la jardinería en su casa recientemente adquirida en las afueras de Moscú mientras la partitura fue tomando forma. A finales del verano de 1888 y tras cuatro meses de trabajo, la Quinta quedó completada como una alegoría del triunfo del individuo sobre el destino, pero también como metáfora de su propia génesis.