Lo de Las Mónicas empezó en un patio en Chiclana y en Navidad. Zambombá viene y zambobá va, pasaron muchos años. Aunque el big bang de Las Mónicas viene de lejos. De una bisabuela que hacía manteca colorá y butifarras, que aliviaban el hambre de los que tenía alrededor. Como hace una gigante roja con los planetitas que están cerca. Una matriarca que marcó de raíz a todas las ramas que le fueron saliendo a este arbolito que se divide en La Banda y el Lugar, y que nació en un patio repleto de mujeres con arte, garra y poca vergüenza. Si los villancicos de negros de Cádiz se cantaban todo el año, ellas, ¿por qué no?, decidieron seguir cantando y bailando más allá de la Navidad y dejar para el criterio de los ratones seis discos y muchos conciertos. Tres de estas mujeres decidieron dar una pataíta hacia delante y sacar, con un título guasón, Preparándonos para la fama, un disco de flamenco sin las apreturas de los supertacañones de lo rancio, ni los cánones rígidos de los puros falsos. Un flamenco alegre y de letras renovadas que llevó a Nina, hija del gran Antonio Alemania, y a Raquel y María hasta el Corral de la Morería, en la villa y corte de Madrid. Un tablao muy estupendo. Al éxito apañaíto de la que se gana la vida con el arte. Pero nada dura tanto como para que la fama las agobiara. Las tres decidieron plantar sus semillas en sus propios huertecitos. Y tirar cada una hacia su cante en solitario.